Los hidratos
de carbono, grasas, proteínas, vitaminas y sales
minerales son nutrientes, sustancias indispensables
para la vida que nuestro organismo aprovecha de los
alimentos.
Nuestro
organismo precisa 40 nutrientes diferentes para mantenerse sano,
y obtiene cada uno de ellos de distintos alimentos, ya que no
están distribuidos de manera homogénea en ellos.
En cada alimento predomina uno u otro, de ahí la importancia
de seguir una dieta variada. La desigual distribución de
nutrientes ha llevado a clasificarlos en grupos, de acuerdo a
su afinidad nutritiva o a la principal función que desempeñan.
Hidratos de carbono, nuestra gasolina
Hidratos de carbono, nuestra gasolina
Junto
con las grasas, liberan energía con la que nuestro cuerpo
mantiene sus funciones vitales (bombeo de sangre, respiración,
regulación de la temperatura corporal&). También
permiten el desarrollo de la actividad física.
- Simples o de absorción rápida (llegan rápidamente a la sangre): Azúcar, almíbar, caramelo, jalea, dulces, miel, melaza, chocolate y derivados, repostería, pastelería, bollería, galletería, bebidas refrescantes azucaradas, fruta y su zumo, fruta seca, mermeladas& Lo preferible es que su consumo sea racional y en cantidades moderadas.
- Complejos o de absorción lenta (pasan más lento del intestino a la sangre): Verduras y hortalizas y farináceos (pan, arroz, pasta, patata, legumbre, cereales de desayuno&). Debieran estar presentes en cada una de las comidas del día.
Funciones:
al impedir que se utilicen las proteínas como
fuente de energía, un aporte adecuado de hidratos de carbono
ayuda a mantener el peso y la composición corporal. El
exceso de hidratos de carbono se deposita en el hígado
y en los músculos en forma de glucógeno (reserva
de energía) y el resto se convierte en grasa que se almacena
en el tejido adiposo o graso. Otras funciones importantes de los
hidratos de carbono: impiden que las grasas sean empleadas como
fuente de energía, participan en la síntesis de
material genético y aportan fibra dietética.
Enfermedades
relacionadas con el consumo excesivo de hidratos de carbono:
caries dental (unido a una mala higiene buco-dental), sobrepeso
y obesidad, alteración de los niveles de lípidos
en sangre (triglicéridos, por un exceso de azúcares),
diabetes, intolerancia a la lactosa o a la galactosa.